viernes, 28 de julio de 2017

Un mensaje

Anoche discutieron. Pero no era nada grave. Siempre tenían disputas nocturnas agrias y reconciliaciones matutinas dulces. Recuerda la conversación que tuvieron, somnolienta, sonriendo, mientras escucha a su marido en el baño, que canta mientras se ducha.

“Me dices: NO. Te pregunto: ¿POR QUÉ? Me dices: CÁLLATE. Te pregunto: ¿HASTA CUÁNDO? Me dices: NO LO SABES. Te pregunto: ¿CÓMO  LO SABES? Me dices: DESPIERTA. Te pregunto: ¿Y TÚ, ESTÁS DESPIERTO? Y quince años así. Tú ahora me preguntas: ¿QUÉ FUE LO QUE HICIMOS MAL? No te contesto. Dices: ¡GUAU, GUAU! Digo: ¡MIAU, MIAU!”

Él sale del baño. Ella le oye buscando su ropa en el armario. Yace desnuda, bocabajo, su cara sumergida en la almohada. Él se está preparando para ir a trabajar. De repente se oye sólo silencio. Ella siente su mirada. Espera, como siempre, un beso en la espalda, justo en el lunar en la forma de la ola del mar, el que tiene encima de escápula izquierda.
“Te diré esto una sola vez”, le susurra en voz baja, inclinado encimase sobre su cuerpo, “si me engañas con otro hombre, te mataré”.

De repente siente su mano, fuerte y pesada, encima de su cabeza, apretándola contra la almohada con crueldad. No puede respirar. Se ahoga. 

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