viernes, 28 de julio de 2017

Desesperada

Me quieres, Pablo.
Dime que me quieres.
Con ternura, como nunca me lo has dicho.
Dime que soy tu felicidad, que me vas a cuidar, mimar, que vas a estar a mi lado siempre, leal y fiel.
Que todo va a estar bien.
Dímelo, Pablo. Dímelo en voz alta.
Que vamos a vivir cerca del mar y que podré bañarme todas las mañanas.
Que me vas a enseñar silbar y nadar bien.
Dime que harías todo por mí.
Fregar el suelo.
Matar.
Darme un hijo.
Que vas a ser mi madre muerta y mi padre ausente.
Que cada día te voy a encontrar alto, esbelto, guapo y sonriente en el comedor, con la comida que has preparado para mí.
Con los cubiertos que has lavado para mí.
Me quieres, Pablo. ¡Dímelo!
Si no me lo dices, voy a sacar tus entrañas con un cuchillo grande y afilado, y voy a observar la sangre derramada.

Entonces te quedarás solo, muerto y maloliente, apestando en el suelo.

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